Cada 4 de diciembre, los amantes del vino se reúnen para celebrar el Día de la Cabernet Franc, una variedad que combina historia, sofisticación y un legado mundial. Esta fecha conmemora a Armand Jean du Plessis, cardenal-duque de Richelieu, quien llevó esta cepa a la región de Burdeos, Francia, en el siglo XVII.
Avanzado el siglo XX, la variedad se extendió a otros países como Italia, España, Hungría y Eslovenia. Mientras que en países del Nuevo Mundo se desarrolló de forma más discreta, como en Estados Unidos, Nueva Zelanda, Argentina y Chile.
El Cabernet Franc se conoce por su versatilidad y su capacidad de producir vinos con una amplia gama de perfiles. Estos van desde frutas rojas y negras hasta notas de pimienta y tierra. Debido a su rica acidez, en algunas regiones de clima frío -como el Valle del Loira- se vinifica sola desde hace siglos. El resultado son vinos muy fáciles de beber, jugosos e ideales para servir fríos.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo el Cabernet Franc juega un rol secundario en mezclas bordelesas. Es decir, se utiliza básicamente para aportar sabor y fineza a vinos elaborados con Cabernet Sauvignon o Merlot.
En Chile, esta cepa ha encontrado un hogar ideal, produciendo vinos que destacan por su calidad y carácter únicos. De acuerdo al último Catastro Vitícola 2022 del SAG existen 1.701,76 hectáreas plantadas en nuestro país con esta variedad. Del total de esa superficie, las regiones de O’Higgins (800,86 ha), Maule (518,86 ha) y Metropolitana (301,17 ha) concentran el 95,2%.
El Cabernet Franc sigue ganando terreno en Chile y cada año se presentan nuevos vinos que destacan por su calidad y carácter. Este 4 de diciembre celebra esta increíble cepa con uno de ellos y descubre por qué es tan apreciado por los amantes del vino en todo el mundo.
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